
No son una "tribu urbana", sino una cultura juvenil. No hay una manera infalible de reconocer a un skin o pertenecer a la escena, sino que las personas que la integran comparten una serie de gustos, que nadie les impone y que son los que les dan una imagen uniforme, pese a que cada cuál es distinto del otro o de la otra.
Hoy en día, la palabra skinhead prácticamente solo la vemos ligada a agresiones fascistas y grupos neonazis, pero tradicionalmente y fuera de los grandes circuitos informativos, los verdaderos skins han estado siempre al margen de estas actitudes racistas o xenófobas.
Su estética es una de sus señas de identidad. Aparte de la cabeza rapada (nunca afeitada), les gusta vestir elegante, y se hicieron especialmente populares las camisas Ben Sherman, las prendas Fred Perry, las crombies, harringtons y botas Doc Martens. Las hoy famosas bombers no aparecieron sino muy tardíamente. De diario se solía emplear más la ropa vaquera y por las noches de fin de semana muchos optaban por algo con más clase, como elegantes trajes de tres botones.
Pero era la violencia y el vandalismo lo que realmente daba identidad a los skinheads. Allá por donde pasaban destrozaban trenes, establecimientos, squats, coches y apalizaban policías, estudiantes y, como no, sus odiados hippies. Su arma preferida son los peines de metal afilados.
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